Mientras os alejáis
cantando juventudes
yo permanezco aquí
M. LABORDETA

 

Descansa en paz, voz

de todos los hombres,

tú que naciste como retrato

de un presente sin relojes

y el ocaso de hoy se yergue

como el mejor de tus soles.

Oh bello hermano

de la muerte, sagrado corazón

en los bosques del invierno,

huésped del aula en la nada,

sed que sólo se dice en su secreta

totalidad ante el averno.

¿En qué pajaro te posas,

en qué nube nos susurras,

todavía no ha nacido luna

que te alumbre?

Bella criatura entre aludes,

hondo sollozo en agua

que nada posees más allá

de un remoto lamento roto.

Lo sabemos todos, no volverán

las primaveras a cubrirnos de sangre.

Víctimas de relicarios caducos,

una hambrienta Madre Tierra

nos devora y derrama sobre nosotros

su fragancia inmortal.

A galope llega la noche, llena

de escarabajos blancos.

Es el silencio de los muros,

de palabras amorosas como

hormigas relucientes

que dan luz a viejos patíbulos.

Joven tribunal de lectores,

jóvenes mendigos a la deriva

que beben ceniza y escarvan

las arcillas de su palpitante olvido.

Ahora lo sabemos bien: todos

los caminos nos conducen a ti.

 

                                   Joan de la Vega


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