A FRANZ KAFKA
“Vivir con Franz un solo día vale más que toda su obra”.
Dora Diamant
Conozco mis hazañas. Sobrevivir en la dureza metálica del mundo. La preparación de la Gran Guerra. Sucumbir al negocio. Alejarme del cielo. No coincidí con Juan de Yepes Álvarez ni con Teresa Sánchez de Cepeda. Gentes místicas sin complejos con átomo de plenilunio denso. Me habrían abierto puertas mostrando mundos repletos de cosmos. Ya conocidos. Ya sabidos. Contenidos en mi hueso. Sí. Cuesta trabajo vivir. Encontrar calma arropando mi espíritu de alas finas. Convertir mi pañuelo húmedo de pupila en valor para esquivar mentira y brutalidad. Valor delicado. Hermoso. Cuesta mantener vivo un amor, la compañía dulce, hallar un misterio por el que luchar, engendrar letras valiosas. Verdaderas. Pero sonrío. Siempre sonrío. Te regalo mi rostro alegre. Te ofrezco mi ser extraordinario, mi humor contagioso amando a todo y a todos.
He alcanzado cima y gloria. Como siempre. Tras muerte angustiosa. Larga. Tras vida angustiada. Breve. Trasmutada fragilidad aplastada. Ese debatirme entre autoridad de un padre irascible y el anhelo de mi sangre hecho escritura. Ha llegado la Gran Guerra. La contemplo vomitando sangre tuberculosa. Pero el mundo no alcanza mi anhelo de asceta ni mi mirada profunda embebida de arte. Mi sufrimiento. Mi desgajarme en cientos incomprendido. La metamorfosis externa en un mundo ajeno a mi naturaleza. Insectos, castillos, condenas. Vivir en pesadilla. Permanecer atrapado en un laberinto. Mis letras soy yo. Yo en mi desesperación. Yo en mi angustia vital. Yo tras mi máscara de época. Yo desgarrado. Yo amputado ante la vida del arte. Frente a frente al amor. Sólo Dora me sabe. Sólo Dora comprende mi tuétano. Sólo Dora fluye imbricada en armonía de mi alma. Sólo Dora, mi felicidad. “Solo quien conoce a Dora sabe lo que es el amor”. Mi ser comprendido. Mi salvación. Mi libertad.
Autora: Victoria Tejel