Ana Moraño Revista ImánAl despuntar los primeros rayos del sol que se colaron por la ventana rota, le dio justo en la cara, le hizo abrir los ojos, se levantó de un salto del colchón en el cual dormía ya hacía más de un mes y aunque viejo y cochambroso era una suerte, antes que dormir en el frío suelo, llevaba oculta en ese edificio más de un mes desde la última paliza. Sabía que tenía que cambiar y buscar otra ubicación, estar en un mismo sitio muchos días no era seguro y tenía que irse y buscar otro refugio.

Se alisó el pantalón de pana y el jersey de cuello vuelto, el abrigo por lo general lo utilizaba como manta y estaba menos arrugado. Se lavó la cara en un poco de agua que había al final de una tubería, se peinó con los dedos el pelo corto de color rojizo y se dispuso a salir del edificio camino de la estación de tren.

Al llegar a ella se fijó en un hombre entrado en años bien vestido y aseado, pero había algo en él que le llamo la atención. Su manera de andar como casina y arrastraba el pie derecho, por un momento sus miradas se encontraron, él sonrió, casi iban juntos en dirección al vagón, entraron en el mismo compartimento y tomaron asiento justo uno en frente del otro, al momento arrancó el tren y vio como el hombre se relajaba, la miraba y sonreía. Ella seria, bajó la cabeza y se hizo la dormida.

Al despertar se dio cuenta que estaba sola, un maletín pequeño de color gris, se encontraba a sus pies y en su mano derecha casi cerrada un papel arrugado. Abrió la mano desdoblando la nota sin dar crédito ya que tuvo que leerla dos veces.

“Vengo observándola varios días seguro que huyes de algo o de alguien. A mí me queda poco tiempo de vida y quiero hacer algo por ti. No desaproveches esta oportunidad y desaparece de lo que te esté atormentando. No me busques, no preguntes, vive”.

De nuevo los recuerdos vinieron a su mente. Se casó enamorada, pero al poco tiempo primero las voces luego los malos trato. Después de cuatro años, se armó de valor y escapó. Ahora el destino le daba una segunda oportunidad y la iba aprovechar, ya lo creo que la aprovecharía.

Miro de izquierda a derecha puso su mano en el asa del maletín apretándolo con fuerza, se levantó, y al oír que anunciaban la próxima parada del tren, bajó en ella y desapareció.


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