El timbre del teléfono sonó tan alto que en Patagonia debieron confundirlo con un terremoto. Cuando menos, con una tormenta.  En mi cabeza perduró cual eco de campanadas para misa, tocadas a poca distancia. Un centímetro, máximo. El dolor de cabeza fue tan intenso que no sobreviviría otro timbrazo más. Con la velocidad de un burócrata revisando papeles, levanté el auricular. Mi mente seguía aturdida. Adentro de ella, las campanadas seguían llamando a viudas para el rosario.

–¿Si? –pregunté al teléfono. No me contestó, sólo era un aparato sin vida. El que sí lo hizo se encontraba a más de mil kilómetros. Y lo hizo a todo pulmón.

–¡¿Sunny  Pascal?! ¿estás loco?… ¡Te he estado buscando toda la noche!

–Creo que se equivocó de número. Solía venir un hombre llamado Pascal, pero hoy no vino a trabajar –contesté. Sin dar más explicación, colgué. Me llevé la mano a la cara para asegurarme que seguía siendo yo, que si había ido a trabajar ese día y que sólo había dicho una mentira. Al ver que todo estaba bien, dejé caer mi cabeza en la almohada. Abrí un ojo y dolió. No tanto como cuando abrí el segundo. La luz entró por ellos, taladrando  mi cerebro que seguía asimilando y reconstruyendo las últimas horas de mi vida. No era una labor sencilla. Había que llenar los huecos que los golpes de dos gorilas y seis cocteles Buchanan´s Redhair habían borrado.

Primero hice una exploración visual. En esa, me fue bien. No estaba en cárcel, un bar de mariachis ni ahogado en un lago con una cubeta de cemento en los pies. Lo último lo descarte de inmediato. En el lago, los peces no tienen teléfono.

Me encontraba en un hermoso cuarto. La ventana estaba enmarcada por cortinas costosas, con borlas, flecos y demás cursilerías.   Parecía estar decorado al estilo de un rey francés que con seguridad perdió la cabeza en la guillotina, Si no fue así, debería por su barroco gusto. Estaba acostado en una cama del tamaño de un campo de béisbol, con sabanas tan grandes como velas de galeón. Yo, en ella. Mi ropa, no. Esta parecía haberse quedado varios metros atrás, en el suelo. Recordé que era un hotel y esa debería ser la habitación que alquilé.

El teléfono volvió a timbrar. No tan alto como la vez anterior. Las campanadas ahora tan sólo eran de una pequeña parroquia. Levanté el auricular. De nuevo el teléfono no quiso decir nada, pero el tipo que estaba en Los Ángeles gritó:

–¡Te advierto que si me cuelgas de nuevo, voy a destriparte para luego colgarte en mi pared junto al rinoceronte y el pez vela!

La voz se me hizo conocida. Podría ser de la de un  propietario de tierras de Palms Springs. Es más, podría asegurar que me había pedido seguir a una aspirante a actriz que filmaba una película en la ciudad de México. También recordaba que por casualidad, decía que era su novia. Pero ya no lo era y la película era un pretexto de la chica para regresar a su casa en Guadalajara. Creo que así era todo, pero seguía sin recordarlo bien.

–Lo siento, Mr. Madeira. Tuve una noche alocada.

–¿Qué ha sucedido?

–Sus muchachos, eso sucedió. Les fue fácil seguirme cuando se enteraron que había rentado un Ford Acapulco.

–¿Un Acapulco?¿Con mis viáticos?

–Recuerde, yo todo lo hago con clase. Rentar un Acapulco es un punto más que clase. Es descapotable, eso es punto y juego –no replicó. Sobre clase sabía mucho. Quizás más que yo.

–Tenía dudas de su fidelidad, por eso mandé a unos conocidos para ayudarle –cuando dijo conocidos, sonreí. A lo mejor también conocía a King Kong.

–Había decidido encontrármela en el bar que frecuenta. Ya sabe, algo casual. También sus conocidos pensaron igual. Pero no me gustó como trataron a la dama. Tuve que darles una lección – expliqué. Me dolía el ojo morado de la correctiva que les di. Pero estoy seguro que a ellos les dolería más.

–Entonces, ¿pudo hablar con ella?¿Logró convencerla que regresara a California?

Me incorporé en la cama. Mi cabeza renegó un poco. Cuando dejó de dar vueltas, miré con más atención el cuarto, descubriendo cosas que no había notado.

–Hablé con ella. Le agradece que le ayudara para actuar en las películas de Roger Corman, pero dijo que se va a quedar aquí. Lo siento, no regresará.

Hubo un silencio no más largo que una ópera. Luego, el hombre preguntó en murmullo:

–¿Esta seguro que no hay otro hombre?

–Se lo prometo, tan sólo quiere regresar con su familia. El sueño americano no es para todos. Es…– dije pensando por un momento la palabra correcta –…demasiado para algunos. Ella desean algo simple.

–Asegúrese que esté bien. Entréguele algo de dinero –convino con la frialdad de un hombre que pide una trucha en un restaurante y le contestan que no hay. –Cuando usted regresé, le pediré a mi secretaria que le extienda el cheque por sus servicio.

Del otro lado, el hombre colgó. El teléfono quedó mudo. Yo miraba el suelo. Entre el regadero de ropa, distinguí una pieza entre la mía. Un hermoso sweater en color mora. Me había comentado que era un clásico de la moda actual, algodón de primera. Era una linda prenda. Puesta en una mujer con las curvas idóneas, se vería mejor que una pintura costosa en museo francés.

Se abrió la puerta del baño. Ella salió, levantando la prenda. Sin duda su cuerpo poseía las características anteriores. Me regaló una sonrisa que hacia juego con su pelo color canela. Podría haber sido la nueva Rita Hayword si hubiera seguido actuando. Hasta una Elizabeth Taylor con todo y su Oscar para decorar el baño. Pero Cinelandía no perdona. Las devora y las escupe cuando dejan la belleza en una fiesta pomposa en Beverly Hills.

–¿Me vas a acompañar a la central de camiones? Ya quiero regresar. Mi madre se muere por verme de nuevo.

Como dije, para algunos la vida debe ser simple.

BIOGRAFÍA

Francisco Gerardo Haghenbeck Correa / F.G. Haghenbeck

Letras / Narrativa: Semblanza

Nació en la ciudad de México el 12 de enero de 1965. Creció en Tehuacán, Puebla, donde radica. Graduado en Arquitectura, Universidad La Salle. Trabajó como creativo en Televisa, para luego ser guionista de narrativa gráfica en DC Comics (1999-2002). Dedicándose desde 2005 totalmente a escribir narrativa. Posee publicadas novelas, libros juveniles y novelas gráficas. Su obra ha sido traducida en más de 20 países, entre ellos Finlandia, Turquía ó China. Ganador de premios nacionales e internacionales en Literatura, obtuvo residencias artistas en Europa Y USA (Austria FONCA; Ledig House Nueva York, 2012; Cátedra México-USA Universidad de Brown). Curador e historiador para exhibiciones en museos (La última en Cineteca Nacional: “Walt Disney y México” Sept-Dic 2017).

Ha publicado más de 15 novelas, reconocido por su obra en el género Noir desde su primer libro Trago Amargo (Premio Vuelta de Tuerca, 2006) de la saga de su detective Sunny Pascal, en El caso Tequila (Océano, 2010) y Por un puñado de balas (Océano, 2016); Con la  La libreta perdida de Frida Kahlo (Premio Gourmad, Francia, 2013, finalista Premio Planeta Casa América 2009  y Latino Books Award, USA 2013) comenzó la trilogía de novelas biográficas seguida de Matemáticas para Hadas (Random, 2017) sobre Ada Byron y Solamente una Vez (Planeta, 2007) de Agustín Lara;  El diablo me obligó (Premio NOCTE Asociación de Escritores de Horror, España 2014) es adaptada a la serie televisiva en NETFLIX: “Diablero” (2018). Y en proceso de filmación el libro sobre el narcotráfico La Primavera del Mal (Suma, 2014). Deidades menores ganó el Premio Bellas Artes José Rubén Romero de Novela 2014 y  la novela juvenil La isla de los lagartos terribles el Premio Norma Latinoamericano juvenil 2015.

Como escritor y dibujante de narrativa gráfica: Justicia Divina, (Segundo Lugar Premio Jus. Universidad Iberoamericana); Elemental, señor Sherlock (Secretaria de. Cultura, 2017); Coescritor de la serie Crimson (Harvey Award 2016, USA); Supermán (DC Comics, USA) y Alternation (Image Comics). Nombrado como “Los mexicanos más creativos del mundo” Edición 2017 por la revista Forbes.


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