Poesia Angel Gracia

Los versos que aquí se publican forman parte de libro Alumbres, publicado por Colección Veruela de Poesía en su número 18 y que obtuvo el galardón XXVIII Premio de Poesía “Santa Isabel de Aragón, reina de Portugal.
Queremos agradecer al Servicio de Cultura de la Diputación Provincial de Zaragoza su gentileza al otorgarnos permiso para difundir tan notable obra.
A modo de introducción a los textos, incluimos una nota de nuestro compañero José Antonio Conde.

 

 

 

 

Ascender la luz/ hacia su fuente/ con estos versos despierta la palabra en la consistencia del fuego, y en Alumbres, XXVIII Premio de Poesía, Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal, la naturaleza del fuego es ascendente, vertical y expansiva. Un fuego, como escribiera Gastón Bachelard, que cumple con su oficio de luz. Y aquí, la llamarada es la sustancia y el ser de un pensamiento que atraviesa el espacio, y que aparece como una revelación hasta convertirse en un valor ardiendo por los aires.

Ángel Gracia fija en este poemario una épica del fulgor, que se divide en tres partes, Luminancia, Heridas de rayo y Tea Humeante, y en todas ellas, la hoguera del ojo responde a los estímulos de la materia y vuelve siempre al origen. En Alumbres, hay un camino que arde, un paisaje interior bendecido por el rayo, hay resquicios de sombra y pavesas abriéndose como una flor incandescente en la memoria del fuego. También hay un horizonte eléctrico que se manifiesta como unidad sensible y que dispone el orden de la escritura en la materia, un horizonte que ilumina los nombres del viento, los pasos de la ceniza, y que hace posible la luz y sus ganancias.
Hay en este libro una razón semántica que se constituye al arder, una tentación irresistible en la conducta de Prometeo.

José Antonio Conde

 

 

 

FELIZ Y MORTAL

Aletea un instante,
deja hebras en el cielo
y muere lejos del sol.
Alza abismos
y se hunde en las dunas.
Huidiza,
fugaz.
Se agosta en las sombras
y duerme en el aire.
Ama la maleza,
los rastrojos, los sarmientos.
Ampara la flor del páram
y el alma de las alimañas.
Cae sobre los párpados
de los ciegos,
feliz y mortal,
la luz.

 

PAISAJE

La luz se despoja
de sus pecios.
El abejorro arranca
el ala ajada
del pétalo alto.
El pantano ama sin esperanza
a la luciérnaga y se ahoga
en su lecho
de tierra borrosa.
Los alisios
y los estorninos
cortan su lento aliento.
Todo paisaje
es obra de desbroce.
La tierra entera
es escritura que dura.

 

CINERARIO

Y de repente te descubres
ardiendo por los aires.
El meteoro ha mordido tu raíz.
Un incendio blanco te astilla.
Tu llama es árbol tembloroso.
Eres célula de sol vivo
en la carne de la nada.
Eres quemadura en el papel.
Los brotes de la tierra
consuelan tu ser de ceniza.

 

TODO LO QUE EXISTE

La alegría del aire
y el cansancio del viento.
El florecer de la nieve
y el agotamiento del agua.
Todo lo que existe
te convierte en lo que eres.
Tu mirar de abeja
se desparrama por los campos
enrejados del lenguaje.
Tu decir de gorrión
con las migas se comunica.
Ya no huyes,
te unes a la huida.

 

ALUMBRES

Tengo alumbre
para la labor del cielo,
alumbre impuro
para lavar la luz,
para evaporar el verso
que anida en el charco.
Tengo alumbre
para inflamar las llamas
mudo alumbre para morder la letra,
para disolver el poema.
Tengo alumbre
para aplazar la putrefacción
de los muertos.
Alumbres tengo
para tejer las sílabas,
para alumbrar el papel.

 

TEA

Los muertos son
una tea sólo visible
a nuestros ojos.
Una nada que alumbra
nuestras manos.
Los muertos son
todo lo que tenemos
cuando contamos las noches.

 


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