Wang Yin
Poeta, escritor, periodista y fotógrafo. Nació en 1962 en Shanghái, donde radica hasta la fecha. Entre sus obras se destacan Diario de fotógrafo (2012, uno de los “Diez mejores libros” de 2012 según Sina Book) y la antología Limelight (2015, premios de poesía “Jiangnan” y “Dongdangzi”). Sus poemas han sido traducidos al alemán, inglés, coreano, español, francés, japonés, noruego, mongol y polaco, entre otras lenguas. Ha sido invitado a diversos eventos literarios y culturales en Argentina, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, Noruega, Polonia y Singapur. En 2012 creó el exitoso proyecto “La poesía viene al museo”, donde han participado más de 60 importantes creadores de todo el mundo, con lecturas y conferencias en el Museo Minsheng de Shanghái.
Volamos hacia la frontera lluviosa
Volamos hacia la frontera lluviosa
Por su postura rígida, el Boeing 757
consigue descansar a medio vuelo
Los fantasmas de papel y yo viajamos en asientos vecinos
viendo una película de dos horas
La azafata azul reparte Coca-Cola helada
y gelatina trémula en papel aluminio
Las alas desnudan sus propios huesos
mientras el plácido motor canturrea sin descanso
¿Qué desgarran los vientos forasteros al otro lado de la ventanilla?
Un clavo en la superficie acuática transmite congoja e inquietud
En algún lugar bajo mis pies, camiones de carga llenos de hierro
forman una procesión interminable
Es medianoche y madrugada a la vez
La luna nos da la espalda y se aleja
Tazones inquietos de superficie espléndida
rebosan felicidad nostálgica
El llanto frena el dolor
Casi toda mi vida estuve embrollado
por esa indecisión tan larga
Las nubes llenan el cielo sobre los basureros
Las estrellas cuelgan trazando curvas
y junto conmigo
vuelan hacia la frontera lluviosa
2004
En ese momento, mejor no saber de la vida ni la muerte
Mengua el brillo de los astros, aun así resaltan nítidos
tus labios y tus ojos radiantes
Con una mano te abrazas las rodillas, y con la otra
sostienes el café, esperando a que se enfríe
Apoyado en la piedra hundida en sueño, escucho
el febril chirrido de las cigarras que roza al pasar tus vértebras
Como si te viera conduciendo marcha atrás a duras penas
por el angosto callejón empapado de lluvia
Habría que planchar otra vez la ropa arrugada
habría que ajustar de nuevo las manecillas del verano
Los patrones que ondulan en la taza de café
esbozan un desenlace que no podemos predecir
El mundo es ya irremediablemente malo; por fortuna
nuestra estancia en el resquicio es muy breve
En ese momento, mejor no saber de la vida ni la muerte
Solo la luz en el pasadizo relumbra igual que antes
25 de junio de 2011
En la penumbra alguien toca la guitarra
En la penumbra alguien toca la guitarra
y canta a las flores rojas
Tal vez a las amapolas que flamean en las afueras
tal vez a otras flores innombrables
El patio de pinos amanece tapizado de piñones
Los pavorreales van y vienen por el jardín
Un paraguas negro, un sombrero
yacen en el fondo del estanque
A medianoche, bajo el puente brotan copos de nieve
sobrevuelan las cabezas y se alzan en el cielo estrellado
Después, igual que El Greco,
desde lo alto inclinan sus miradas sobre la ciudad
Brotes de roja fragancia llenan las afueras
En la penumbra alguien toca la guitarra
Te quitas los aretes de perlas:
rodando en la mesa se dan caza
y chocan con un sonido casi inaudible
como cuando se abren las amapolas
que flamean suavemente; como cuando alguien
de nuevo hace gemir su guitarra taciturna
19 de mayo de 2015