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Aprender es crear

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Mi primera profesión fue la docencia. En el comienzo, fui maestra de primaria. Me gustó, pero hui. Pocos países pueden permitirse una educación en condiciones. Y no sólo por cuestiones económicas. En pocos sitios (aclaro que me refiero a países occidentales, que son los que conozco), se piensa con seriedad, con la complejidad necesaria, qué es educar.

1056784Luego me hice psicoanalista. Freud dice que hay tres profesiones imposibles: educar, gobernar y curar. Lo imposible es una función de lo real. Lo que quiere decir es que “imposible” no quiere decir que no se intenten. Pero como son prácticas que ponen en juego la intersubjetividad, siempre están sujetas a lo imprevisto, a que la planificación quede cuestionada.

Cuando me solicitaron este texto, como es habitual en mí, me puse a buscar información. Por supuesto, hay material abundante de personas que en el mundo tratan de pensar la educación a la luz de las nuevas tecnologías, su implementación, etc., etc.

Pero, como no especialista pero sí interesada-preocupada, he pensado que quizás tiene interés compartir algunas inquietudes surgidas a partir de algunas anécdotas personales.

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La escuela que viene

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Hay en nuestro mundo diversas redes de escuelas que desde hace años intentan promover una educación más centrada en el alumno, en la creatividad. Las escuelas Waldorf, por ejemplo o las llamadas Escuelas Democráticas. El fundador de estas últimas se llama Yaacov Hecht. Una persona conocida y que trabaja en el ámbito educativo asistió a una conferencia suya. Volvió entusiasmada. Ya digo que yo no estuve, y cito por referencias. Lo que le pareció más importante fue la insistencia del Sr. Hecht en hablar de la revolución que deberá darse en el terreno educativo a la luz de la situación actual. Hoy, dijo, ya no se le pregunta a un futuro trabajador dónde ha estudiado, ni qué carrera ha cursado, sino qué sabe hacer, o en su caso, si puede resolver tal o cual problema. Tenemos que pensar una escuela para esa realidad.

images (1)Me quedé pensando. Hablamos de un país tecnológicamente avanzado. Parte de su población trabaja en el sector de las TIC. Allí nos encontramos con jóvenes talentosos, nativos digitales, que a los 13 o 14 años ya eran hackers consumados y encontraron trabajo en grandes empresas, públicas o privadas. Y pregunté: ¿sobre eso quiere el Sr. Hecht construir su modelo educativo? Por ejemplo, ¿qué pasa con la medicina? ¿Pondremos al enfermo en la camilla y preguntaremos qué se le ocurre? ¿Creemos que es lo mismo estudiar en una universidad que en otra? O con la educación, por ejemplo. Piensen en el creador de Facebook, o en los probadores de videojuegos y piensen qué harían con una clase, en el caso de que aceptaran el reto de enseñar alguna cosa.

No me contestaron. Pero es tendencia que observo en diferentes publicaciones centrar las propuestas para los nuevos tiempos en las características del conocimiento ligado a las nuevas tecnologías y las exigencias de su mercado de trabajo. Y si el discurso proviene del fundador de una red de escuelas que tiene como divisa la creatividad y el desarrollo del niño, me parece aún más… ¿peligroso?

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El soporte hace a la función. Libros de papel y electrónicos

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He asistido a algunos encuentros donde debatían amantes del papel y de los nuevos aparatos. Que si pasar las páginas, que si el aprovechamiento del espacio.

Pero de pronto hemos descubierto que no se lee igual. Que el soporte sí hace a la función. No se lee igual, sobre todo para los que comienzan a leer en este nuevo soporte. Y los que ya leíamos, tampoco. Ya existen algunos estudios, claro está, sin conocer aún qué sucede a largo plazo porque el largo plazo aún no ha ocurrido.

Las características fundamentales son: lectura más superficial, dificultad en atender sostenidamente, la frecuencia de la interrupción, a partir de la posibilidad de llamar por teléfono, enviar mensajes o, aún, navegar por el hipertexto del libro en cuestión.

Generalizando, leemos para obtener un conocimiento, el que sea, y luego leemos ficción y poesía. Veamos el primer caso. Por ejemplo, deseo saber acerca de Francia. Y busco su mapa, y veo que su capital es París. Y me pongo a ver imágenes. Y luego paso a Astérix. Y a algún famoso jugador de fútbol. Para cuando quiero volver, ya no sé por dónde iba.

images (2)Con la ficción pasa algo semejante.  Hay maravillosos medios generados por departamentos creativos de, por ejemplo, los productores de alguna buena película infantil. El niño puede ver la peli en la tablet. Si se cansa, puede pasar a hacer un dibujo. Y tiene el guion convertido en relato. Lo puede leer, y lo puede incluso oír en otra lengua. Y puede grabarse hablando en esa otra lengua. Y… El adulto encuentra una referencia geográfica. Mira en google. Llega a un blog de viajes. Vuelve. Para entonces, la posible emoción ha desaparecido.

Siempre ha habido gente que no puede leer. No hablo de que no hayan accedido a la cultura. No pueden estar una, o dos horas, sentados, olvidados de sí mismos, para vivir esa otra vida que permite la literatura. El tema es que con estos medios se está propiciando esa manera de leer que supone no dejarme penetrar. Porque, ¿para qué leer un e-book como lo hacíamos con el libro de papel?

No se trata de cuestionar el libro electrónico. Llegó para quedarse, independientemente de los avatares de la situación económica, que quizás demoran su expansión. Sino de saber que no hay tecnología ingenua, y la lectura, como práctica, es una operación que permite inscribirse en la historia. El simple acceso a la información no es formativo.

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Las nuevas narrativas

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En la Edad Media poca gente sabía leer. La proliferación de la imaginería religiosa intentaba acercar los contenidos de los misterios al pueblo analfabeto. Con la imprenta, se posibilitó la lectura a grandes masas de individuos. Pero los medios de comunicación eran precarios, por lo que la mayor parte de la gente vivía en su pueblo o ciudad de origen. La literatura se llenó de descripciones que acercaban los lectores a lugares distantes. Piensen en  la gran novela del XIX. Esos viajes literarios servían de marco a las reflexiones de los protagonistas. Con la inclusión del yo, se incluyeron exploraciones del alma y los sentimientos.

Hoy en día no es necesario que nos cuenten París, o la estepa siberiana. No siquiera el paisaje después de la batalla. Si no lo hemos visto con nuestros propios ojos, nos lo trajo el cine, la televisión. O podemos recorrerlo en tres dimensiones con un clic. Fuera descripciones. Y con ello, fuera introspección. La nueva narrativa se llena de objetos, letras de canciones, traslados, que no viajes. Parece que, como ya he estado o lo he visto, no necesito que me lo cuenten. Y entonces, sólo conozco mi mirada.

Educar es también un modo de apropiarnos de lo heredado. No es suficiente con heredar el mundo. Tengo que hacerlo mío. París es también todo lo visto por otros hasta ahora.

 

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Los nuevos profesores

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En la búsqueda de material llegué a dos expertos: Sir Ken Robinson y el Dr. Roberto Rosler. Ambos reconocidos por estar pensando el tema que fractal-4nos ocupa: la educación a la luz de los avances tecnológicos. Pude ver sus conferencias. Me llamó la atención su estilo, tremendamente parecido. Nada de sentarse detrás de una mesa. Se pasean por el escenario, munidos de un micrófono diadema, que permite gesticular y sostener el mando a distancia para avanzar las imágenes de la pantalla que acompaña la disertación. Antes decíamos que había que hacer un chiste cada tanto para mantener la atención de la audiencia. Estos señores no paran de hacer chistes, que solidarizan a la audiencia. Los chistes, claro está, son temáticos. Suelen consistir en lecturas críticas e irónicas acerca de sí mismos, como representantes del mundo caduco y a punto de ser devorado por las hordas de nativos digitales. Lo curioso es que sabemos que deben pasar horas estudiando, leyendo las investigaciones que se hacen en el mundo acerca de su especialidad. Pero cuando hablan, el tono coloquial y distendido, aparte de veloz, genera la sensación de que lo que dicen es relativamente sencillo. Casi obvio. Llegué también a un español, Fernando Trujillo. En un blog, comparte la conferencia que presenta en un congreso. Abres el enlace y te encuentras con el power point que, supongo, sólo sirvió de guía para la intervención.

Los citados son gente seria, de reputación internacional en su campo. Pero no sentí que se dirigían a un adulto que compartía alguna de sus preocupaciones. Me entretuvieron, eso sí.

 

 

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Los medios en la escuela. El ejemplo español

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Lo normal en el ámbito educativo es pedir. Los padres, los profesores piden más medios. Los gestores locales piden a las autoridades. La educación, como la sanidad, necesitan, exigen ingentes medios. Y es indudable que, desde los años 80, se ha invertido mucho en educación. Pero los españoles salimos mal parados en todos los estudios comparativos: escasa comprensión lectora, dificultad con las matemáticas, 30% de fracaso escolar. Es importante recordar de dónde venimos: el 70% de los mayores de 65 años sólo tienen estudios primarios. Y poco más del 7% es analfabeto. Recordar que esa población es la que tenía alrededor de 30 años cuando la transición. Y aunque ahora están sobre la mesa los recortes en educación, aún no han tenido tiempo de hacer efecto. Se ha cambiado la ley. Cuando los partidos políticos discuten se habla del papel de la iglesia, educación para la ciudadanía. Y, aunque son temas importantes, hablan de la orientación ideológica, pero poco de lo que sucede. No se habla de la formación de los profesores, por ejemplo. En secundaria los profesores son licenciados… ¡de cualquier cosa! Un ingeniero da clases de matemáticas, un arquitecto de física, un filólogo de literatura. No han recibido formación pedagógica. Un curso de seis meses, antes y un máster de un año en la actualidad. Cuando nos comparan con países de nuestro entorno, ¿por qué nadie dice que en esos países que existe la carrera del profesorado? En resumen, tenemos un historiador o un filósofo, por ejemplo, dando una clase de historia. No tiene ni idea de a quién se dirige.  Qué es un adolescente, cuáles son sus intereses o problemas. ¿Qué añade proporcionar un ordenador, aparte de que la clase sea más divertida o la idea de que “estamos a la última”?

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Conclusiones

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Ha habido pocas verdaderas revoluciones tecnológicas. El fuego, la rueda, la imprenta. Modernamente, la máquina de vapor que dio lugar a la industrialización y al mundo que conocemos. Todos estos conocimientos permitieron el aumento de la población y de la esperanza de vida. Al mismo tiempo, aumentó la concentración del poder y del conocimiento en grupos de personas, instituciones y conglomerados de empresas. Hoy asistimos a otra revolución tecnológica. No sabemos dónde nos conducirá. Pero resulta como mínimo ingenuo pensar que la simple manipulación del eslabón último de los artefactos, léase ordenadores, móviles o tablets,  nos hará más creativos o más libres. Por ahora lo que sabemos es que, por lo menos a los jóvenes, los hace más gordos.

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