por Antonio Capilla
La escoba Como el hilo del tiempo eres delgada En las manos que te asen fuertemente, Y eres fuerza que acude a la llamada En contra del endriago impenitente. Eres fuego que arrasa, llamarada De pureza en lo sucio del ambiente, Rectitud en la mano acrisolada Del hombre que es íntegro y valiente. Como olas de la mar que van y vienen Es tu afán el limpiar de toda huella La basura que guantes finos tienen. Oh, escoba, eres el arco verdadero De las mentes más nobles que sostienen De la palabra el dardo justiciero. ( inédito)
Cuánto amor Cuando la desazón que me atormenta Ardiente víbora se ensaña en ti La dulce réplica de tus pupilas Es para mí. Cuánto amor en tus ojos y en tu pena, Cuánto amor en tus ojos me contempla... Cuando la cólera que muerde mi alma Saeta pérfida se clava en ti La triste súplica de tu mirada Es para mí. Cuánto amor inundándome en tus lágrimas, Cuánto amor en tus ojos se derrama. (El fuego en la palabra, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2012)
Galicia En carne de tu carne te soñaba... Y vine a ti. Como una azada que golpea tu seno Para que manen leche y miel, Tú me llamabas... Y vine a ti. Y antes de acariciar tu piel oceánica, De presentir siquiera el tacto duro Del varonil Atlántico, Antes de ver el verde de tus campos, De percibir el pálpito De la Naturaleza que te colma, De los acantilados escarpados Donde crecen el brezo y la retama... Antes incluso, digo, De conocer tu fruto más hermoso Que es sangre de tu sangre, Del mar y de la tierra, Del sol y de la lluvia... Yo me sentía unido Como la luz al día A la muy noble estirpe de tu gente. Y te he buscado en tus frondosos bosques Donde vive la nutria y el halcón, El lobo y la gineta, El zorro y el azor, Y el lagarto verde como tu faz Bajo la lluvia irisada de luz... Y te he soñado en tus piedras ungidas De monasterios, templos y santuarios; Y en las danzantes truchas de tus ríos; Y en águilas, vencejos y gaviotas; Y en cipreses, manzanos y castaños; Y en hortensias frondosas De valles melancólicos, risueños... Y aprecio tus cosechas, Y alabo tus ganados. Y me postro para tocar tu piel, Para beber el agua de tus fuentes Como el gato o la liebre, El búho o el gorrión, O el fiero jabalí Desconfiado y céltico. Yo he posado una mirada infinita En tus rías palpitantes de cósmicos latidos, En tus parques naturales, En tus célticos castros De existencia granítica y perenne. Y he besado castamente tu suelo Salpicado de menta y hierbabuena, De tojos y eucaliptos, De helechos y abedules, De zarzas y romeros... Yo, como un peregrino del medievo Que trémulo de amor se acerca al cáliz, He bebido la sangre más preciada Del Grial de tu hermosura... Y he renacido en ti: Firme como una roca, Cósmico como el lucero del alba, Luminoso como el camino de Santiago, Espléndido como la estrella mía, Telúrico como mi amor por ella, Perenne como tú, Galicia. (Viento del sur, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2009)