Bécquer y Veruela
Transcurría el año 2000 y releyendo la poesía de Bécquer, se me ocurrió escribir algo en prosa poética, que relacionara al poeta con Aragón.
Ahora, que se cumple el 150 aniversario de su fallecimiento y aun habiendo estado publicado anteriormente, quisiera compartirlo en nuestra revista.
Del viaje de Bécquer a Veruela bajo la imponente mirada del Moncayo
Imaginaba una estrella y apareciese un camino: guijarros y espinas, sendero hollado por el cansancio labriego.
Tramo casi interminable.
Su ruta ignora el gigante que se gesta silencioso elaborando misterio de anochecidas auroras.
Piensa el poeta si equivocó la andadura, si finalizó la senda y es su mente quien transita sin rumbo, sin estación. Sólo al fijar su mirada en la coronada cumbre de blancura inmaculada e impresionante grandeza, recobra aliento su fe.
Cansado, adormecido, a la Luna ve ocultarse tras un semi opaco velo temiendo ser descubierta, – ha escuchado el fuerte grito que la noche lanzara en el abismo -.
Al fin el cielo se muestra al insólito viajero y su mirada percibe más de lo que imaginó.
Por el claustro del silencio es del arte compañero, mientras sueños, costumbres y paisaje se hermanan en la más motivadora de las celdas denominada aislamiento.
Alejado del tumulto madrileño, buscaba prosaicos mensajes con que acallar las voces de la supervivencia. Y en las firmes y recias tierras de Aragón encontró el definitivo abrazo con la prosa que asombraría al mundo, Cartas desde mi celda.
Veruela, entre 1.863 y 1.864, movió las aspas del gran espíritu literario de GUSTAVO ADOLFO BECQUER.
Los años no llevan punto.