Belén Gonzalvo

COMMEMORATIO, COMMEMORATIONIS

 

¿Se han preguntado alguna vez por qué nos reunimos con familia, amigos, amistades, compañeros de estudios o de trabajo… en torno a una fecha concreta? Puede ser un cumpleaños, un aniversario de boda, la fiesta del patrón o de la patrona de nuestro municipio, la navidad, el fallecimiento de alguien cercano, una batalla importante…

En un principio, se quiere recordar a alguien o algo de forma solemne. Se pretende no olvidar aquellas fechas que marcaron, que destacaron, en un momento determinado de nuestras vidas; o de un municipio, de una comunidad autónoma, de una asociación… Esas fechas se consideran importantes; se convierten en efemérides particulares o sociales.

Si hablamos de sociedad, la ONU reconoce una extensa relación de efemérides, como el 1 de mayo, cuando en Estados Unidos se ejecutó a sindicalistas que reclamaban mejoras en los derechos laborales.

Sirva también como ejemplo el 23 de abril que, además del Día de Aragón, la ONU lo marcó como el Día Internacional del Español, del libro y de los derechos de autor.

La AAE celebra este año 2023 su existencia y su recorrido durante estos 20 años en los que ha fomentado la cultura a través de un gran número de actividades.

 

Unas breves notas sobre el origen histórico de la celebración de los cumpleaños: hace más de 3000 años, en Egipto, se le deseaba al faraón una larga y próspera vida, libre de malos espíritus. Los babilonios y los romanos añadieron la torta (redonda, como la luna). Los griegos, los cirios alrededor, que dejaban consumir; fueron los alemanes, mucho tiempo después, quienes introdujeron los cirios dentro de la torta. El cristianismo sólo permitió celebraciones a partir del siglo IV porque anteriormente se consideraba un rito pagano, una superstición.

Desde la psicología industrial, nos encontramos con la teoría de las necesidades de Maslow; ya se ha comentado en otras ocasiones. Se utiliza en las empresas para comprender la motivación de los trabajadores y su forma de actuar, los objetivos en su vida personal que termina influyendo en el devenir de las tareas laborales. Sintetizando, explica por qué unas personas se motivan por la comida; otras, por pertenecer a un grupo o por destacar en él, por trazarse metas a conseguir. Habría cinco niveles de necesidades que conforman una pirámide que se va estrechando. Las fisiológicas (comer, beber, dormir…) ocupan toda la base; las de realización (marcarse objetivos) son la punta de la figura. Las primeras reclaman continuamente nuestra atención; las últimas nos indican lo difícil que es conseguir esos objetivos.

En el tercer nivel, nos encontramos con las necesidades sociales. El ser humano es social por naturaleza, tal y como lo indicó Rousseau. Necesitamos de otros seres humanos para sobrevivir. Un ejemplo estremecedor sería el ostracismo, la ignorancia por parte de los otros, que llevará a la muerte al implicado por creer que los demás no lo ven y no le hablan.

La historia de la humanidad está repleta de ejemplos sobre la necesidad de pertenencia a un grupo. Basta darse cuenta de que el idioma lo aprendemos en comunidad. El lugar donde nacemos nos indicará las palabras a pronunciar; y el acento. Es fascinante comprobar cómo se adapta el órgano fonatorio a los diferentes sonidos que existen en una parte del mundo y no en otra. Hay personas que ya no podrán aprender los fonemas de otras lenguas.

Otro ejemplo es el vocabulario. Recorran ustedes una pequeña porción del territorio aragonés y descubrirán que hay palabras que sólo se utilizan en un municipio concreto y no en el cercano.

La sociedad se compone de grupos que comparten sonidos, palabras, ritos, religión, historia, sentimientos… y cada uno de esos grupos quiere destacarse del resto, ser diferente.

Dejamos a Maslow y vamos a dirigirnos hacia la psicología social. En el transcurrir del tiempo, los seres humanos interactúan entre sí. Prácticamente, en cualquier lugar hacia donde se dirija la mirada podemos percatarnos de ello. Y surge de nuevo la idea de grupo. ¿Qué obtiene el individuo que forma parte de una comunidad determinada? Por un lado, procesará la información que recibe a partir de las interacciones con el resto de los miembros. De hecho, obtiene datos por varios contextos sociales diferentes. Por otro, el individuo participará activamente proporcionando datos para el resto de participantes en cada uno de los contextos.

Tenemos una experiencia individual al interactuar y aportamos al mundo nuestro pensamiento a través de nuestros actos.

Otro aspecto a tener en cuenta es la teoría de la participación, que considera los grupos humanos como grandes redes de relaciones. La información y, por tanto, el conocimiento empapan a los miembros para que el grupo sobreviva en un entorno que puede ser hostil o incierto.

La teoría indica tres planos. El primero es el comunicativo, donde se intercambian los datos y, por lo tanto, genera conocimiento entre los miembros y el entorno. El segundo es el productivo, donde se recibe información de las formas de actuar, los valores, los bienes… El tercero es el distributivo, donde se comparten los resultados de las acciones, de los valores, de los bienes… En este ámbito se consigue equiparar el bienestar individual a la participación. Al involucrarse, el miembro se enriquece emocionalmente; aparecen los afectos. Nos encontramos en el plano de la belleza. Seguramente, habrán experimentado emociones positivas cuando se reúnen con determinadas personas.

Hablemos ahora de memoria colectiva. Los grupos de personas comparten una identidad (seguidores de un grupo de fútbol, danzantes en un municipio, coralistas en un coro…). Además, les une los acontecimientos del pasado que dan sentido al presente. A partir de ambos aspectos, perdurarán en el futuro aunque el grupo se disuelva. Siempre formará parte de sus vidas.

Y, por último, analicemos a nuestros antepasados cuando el ser humano no entendía de ciencia o de arte. El culto al sol, la celebración del fin de la cosecha, las ofrendas a los dioses (cruentas o no), el rito de la procreación… han marcado la prehistoria y la historia hasta nuestros días.

Nos preguntábamos al principio el porqué de las celebraciones, de las conmemoraciones, de los aniversarios…. Además de lo comentado anteriormente, existen varias razones:

  • Unir a un grupo de personas.
  • Motivar para el futuro.
  • Reforzar los mensajes y los valores que proporcionan la identidad colectiva.
  • Iniciar la fase (o finalizar) de un proyecto común.
  • Fortalecer el sentimiento de identidad común.
  • Generar emociones positivas.
  • Premiar a los miembros que han destacado.
  • Liberar estrés.
  • Compartir una experiencia emocionante.
  • Destacar metas conseguidas o el camino recorrido.
  • Aprender en común.

 

En la literatura podemos encontrar textos que nos muestran las vicisitudes de los seres humanos que interactúan a través de conmemoraciones. La siguiente lista no está completa.

  • Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez.
  • Como agua para chocolate (1989), de Laura Esquivel.
  • Cuento de Navidad (1843), de Charles Dickens.
  • Diario de Ana Frank (1947), de Ana Frank.
  • El cuento de Navidad de Auggie Wren (2013), de Paul Auster.
  • El cumpleaños secreto (2012), de Kate Morton.
  • El gran Gatsby (1925), de Scott Fitzgerald.
  • El perfume (1985), de Patrick Süskind.
  • La casa de los espíritus (1982), de Isabel Allende.
  • La conjura de los necios (1980), de John Kennedy Toole.
  • Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas (1865), de Lewis Carrol.
  • Las correcciones (2012), de Jonathan Franzen.
  • Los muertos (relato en Los dublineses, 1914), de James Joyce.
  • Mujercitas (1868), de Louise May Alcott.
  • Nuestra Señora de París (1831), de Victor Hugo.
  • Orgullo y prejuicio (1813), de Jane Austen.
  • Viento del Este, viento del Oeste (1930), de Pearl S. Buck.

Belén Gonzalvo


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