Del Matarraña a New York, de Francisco Javier Aguirre y Angélica Morales, una reseña de Estela Alcay.

Si los preparativos de una boda suelen originar un caos en el entorno familiar, Azucena y Franchu (Francesc), los protagonistas de esta novela, escrita a través de epístolas, nos ofrecen un mundo lleno de peregrinas costumbres locales, y otro muy distinto, el de la persecución de la fama en los Estados Unidos.

La primera sorpresa del lector es encontrarse viajando continuamente desde Calaceite a la gran nación americana, con un ritmo trepidante y sin que el lector se pierda en ningún pasaje.

Después, el gran sentido del humor de estos dos escritores, nos pasea con una sonrisa en la boca por los preparativos de una boda en la que cada uno intenta imponer su gusto y criterio, incluida la tía Rosamunda.

Los avatares de Azucena como actriz secundaria, con sus actuaciones en precarios teatros, con sus compañeras, su vocabulario rudo e inculto, crea el contrapunto exacto con el de Francesc (Franchu), un alto burgués de familia carlista venido a menos, que pasa el verano en la casa solariega del Matarraña, mientras intenta hacer los preparativos de la boda, en espera del regreso, sin fecha, de Azucena.

El retrato que Francisco Javier Aguirre y Angélica Morales realizan de unas clases sociales tan dispares, está, al mismo tiempo, salpicado de chispeantes párrafos que consiguen que el lector ría con sus ocurrencias y desee seguir leyendo la siguiente misiva para averiguar cómo queda el bodorrio, con su convivio y su spa, involucrándose en la trama de esta singular boda, esperando e imaginando su desenlace; siendo éste la última sorpresa de la novela.

Una burguesía obsoleta, de la que todavía quedan retazos en esta nuestra España, y un sueño: alcanzar la fama, tema de rabiosa actualidad en nuestra sociedad, se dan la mano y nos preparan para la boda del siglo. Con traje de diseño de una boutique francesa en Chicago, regentada por Pilar y Ramiro (ambos zaragozanos), y una madre fantasma, que también cruza los mares y acompaña a la actriz allá donde vaya, igual que hacían las madres de antaño, los novios navegan entre los familiares, las costumbres y lo que se espera de su estatus social, pintando un cuadro único para un acontecimiento extraordinario.

 

 


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