ROZA BOYÁNOVA Revista ImánRoza Boyánova (Rabrovo, 1953) es poeta y pedagoga. Licenciada en Filología Búlgara por la Universidad “Obispo Constantino de Preslav” de Shumen, donde crea un estudio literario para el trabajo con niños en el área de la palabra elegante “Campanilla”. Con el catedrático universitario, doctor en Filología, Krasimir Kúnchev, publica conjuntamente el libro Juegos literarios con los niños (1988) y una segunda edición modificada con el título Juegos literarios con los niños o L’art pédagogique (2005), publicada con un prólogo y artículos en ruso e inglés. A partir de 1989 Roza Boyánova vive en Burgás, donde sigue con su trabajo con niños y creadores jóvenes en el estudio literario “Aves míticas” de la Casa de Cultura “Liuben Karavélov”. Es vicepresidenta de la sociedad “Escritor búlgaro” en Burgás y ha sido vice-redactora jefe del periódico Autógrafo —una edición mensual regional sobre literatura y arte, que se publicaba conjuntamente con la Unión de Escritores búlgaros, de la cual es miembro. Ha presidido la Comunidad Escritora de Burgás desde su creación en 2015 hasta 2018. Es autora de los poemarios Agua viva (1984, Premio Nacional de Debut “Vladimir Bashev”), Biografía de los sentimientos (1990), Metáforas (1996, placa “Pegaso”), Aura de tinta (1999, placa “Pegaso”), Verso-sacrificios (2003), Díptico lejano (2006, placa “Jristo Fótev”), Tiempos. Tres poetas búlgaras y un pintor macedonio (2007, en colaboración), La miel de la poesía. Versos escogidos (2008, traducido al macedonio 2009, y rumano 2011), Borradores de Vía Láctea (2011), Poems (2011, traducido a nueve idiomas), Versos del jardín de rosas (2014) y Gravitación al revés (2018, placa “Jristo Fótev”). Ha sido distinguida también con el Premio Nacional de Lírica “Iván Péichev” (2007). Es Hija Predilecta de la ciudad de Burgás.

 

REPASO DE LO MÁGICO

Repaso los cuentos infantiles
que hicieron mi vida soportable,
me arrancaron de la desesperación como de un pozo,
bebieron de mí,
me saciaron sus moralejas:
si lees cuentos de hadas, sueñas cuentos de hadas,
y al soñar cuentos de hadas, se vive un cuento de hadas.

Unos niños de poca edad
escribían doctrinas para asustarme,
me consolaban con terribles nanas.
No me rozaban si no mostraba miedo,
Esperaba a que, cual ladrón, me arrebatara alguna bondad de los bolsillos,
que acariciara la taza de su don,
y sorbiera una gota de justicia
de la comisura de sus labios.

Largo tiempo he vivido como un domador,
mientras la fiera en mí dormitaba, crecía y gruñía.
Y un día me engulló,
porque se sintió desdeñada,
se enteró de que estoy poseída por otros abismos de rabia,
doblegada por unas vidas sin redactar.
Ahora resuelvo rompecabezas poéticos,
reordeno, corrijo, ilustro emociones ajenas,
regalo títulos —que son memorables y relevantes—.
Pero ellos me difaman
y se alzan con apremio, y no vuelven la vista atrás.
Porque me gusta, me despojan.
Puesto que soy infinita, todavía queda algo que llevar.

Si empiezo a creer que es así, estoy salvada.

Y empieza la cuenta atrás,
y regreso por la otra pendiente
de nuevo a lo mismo.
La espera, tanto más vasta que la llegada.

 

 

PREPARARME PARA EL AMOR

Había abandonado un tanto
su jardín de aromas y promesas,
las flores sacrificiales,
las voces,
con un estallido silencioso en las pausas
que encienden la sed,
que desvisten la pasión con audacia,
y erigen el arco que sacia,
que prolongan
el sollozo de la carne
antes de que la señale un aura
—el beso que queda hasta el fin de los besos—.

Difícilmente entorno la pesada puerta
y una luz, afligida por su destino,
me traspasa,
y el futuro desciende
al presente con pasitos de bebé…

Como un ladrón desalentado,
como un último jardinero
recorro los espacios colgantes creadores de palabras,
dispenso lluvia de un pesar sosegado,
ruiseñor privado de aliento, dirijo
el verde concierto de todas las infancias…

Por allí en algún lugar, en el margen,
donde no hay ni carne, ni aroma, ni flor,
el jardín es de piedra
y sobre cada una de las piedras está escrito
el nombre con que alguien ha sido amado.

 

 

El pesar como un arroyo empapa el valle,
Como una niebla en el campo se espesa la desolación…
Poema antiguo del Este

 

SEMEJANTE A UN PESAR

se pega a los cristales una ardua oscuridad.
El rocío,
tan entusiasta por la mañana,
jadeante al mediodía,
ahora tintinea
—trocitos de hielo en el cáliz del otoño
y en mi vaso medio lleno—.

Mis años
—un puñado de nueces,
porque están en tus manos—
las rompemos
y están repletas de semillas
de salud y vida.
de niños y miel.

La esperanza, clavada con un alfiler a la ventana,
lucha con sus alas por la libertad.

Dejó caer la vid tan pesado racimo
—descansó del cuidado
de las aves, de las hormigas y las barricas,
dio frutos para todos
y reposa tranquilamente—.

Mas la vejez
teje encajes de sus recuerdos
y redes
—Para los latosos
Y para los ingenuos—.
Pega a los cristales una ardua oscuridad.
Semejante a un crepé.


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